Novelas


-Ana en el mes de julio                                                      --Querida princesa                                                              -Cincuenta años de la Peña Bolística Riotuerto


ANA EN EL MES DE JULIO (2015)

La droga más que la vida la había llevado, en sus horas más bajas, a patear la noche y a hacer guardia en las esquinas buscando como ganarse unos duros. No había más remedio que pillar lo suficiente, aunque fuera con este último y penoso recurso, para el siguiente pico, para la siguiente dosis. Cuando el mono la acuciaba necesitaba más que el respirar algo que la hiciera retornar a la vida, aunque sólo fuera para verla pasar a través de las marcas inscritas sobre el cristal esmerilado de una jeringuilla.

 

Ana se movía por las calles como un animal herido y desorientado. Ana andaba desesperada, con el mono mordiéndole las entrañas y la ansiedad confundiéndole la mente, cuando no el alma.

 

Todavía no había cumplido los dieciséis cuando se pinchó heroína y recién cumplidos se marchó de casa con todo lo que pilló en el armario de su madre, en la cartera de su padre y en la hucha de sus hermanos.

 

En los bajos del Rhin, en plena playa del Sardinero, sobre la arena destemplada, quedaban los recuerdos inservibles de la última dosis: una cuchara roñosa, un trozo de limón seco, una jeringuilla de insulina y un viejo mechero de propaganda. Esta vez no se había molestado en recuperar nada. Allí quedaba por los siglos.

Era un día de sur, de viento solano y cielos enrojecidos e inflamados como los restos ensangrentados que Ana había dejado sobre la arena.

En fin, un día más, otro día que a la larga, tanto para Ana como para Paco, su padre, había sido un día perdido, un día por el que habían pasado sin que la vida los rozara.

 

Rondaba la luz del mediodía colándose por las rendijas de la persiana del cuarto de Ana cuando ésta, entre sudores y temblores, se despertó con el mono asomándole por cada poro de su piel, reclamándole su cuota de vida, aunque fuese con forma de muerte. No recordaba muy bien lo que había pasado durante la madrugada. Todo flotaba en un duermevela irreal y sólo un pensamiento le ocupaba el cerebro, más allá del cierto y evidente malestar emocional. Estaba confusa y ofuscada en la necesidad de meterse algo. No podía esperar más y la mente no le daba una tregua, ni tan siquiera para manifestar su duelo por la muerte de José. Una fuerza más poderosa la arrastraba a los arrabales del alma.

 

Desde la cama Ana miraba las manchas que la humedad habían dejado en las paredes de la habitación, miraba los desconchones y el aspecto cochambroso que le daban a este espacio que había acabado siendo su hogar y mezclando todo en la cabeza como en una batidora no pudo evitar hacer una analogía con el deterioro que no sólo empezaba a tener en su cuerpo, sino con el que arrastraba como una penitencia en su alma y en su mente.

 

 


Presentación de Ana en el mes de julio en el Palacio de Festivales de Santander


Fotos de las presentaciones de Ana en el mes de julio en Madrid, Santander, Vigo, Santiago de Compostela...


Ana en el mes de julio en la Feria del Libro de Madrid


Prensa


QUERIDA PRINCESA (2016)

Querida princesa es uno de esos libros que posee la capacidad de transportar al lector al tiempo en el que se desarrollan los acontecimientos y hacerle zambullirse en el ambiente social que se describe en la obra. Es una apasionante novela cuya acción transcurre en la España del siglo XIX, una España que el autor nos muestra usando como hilo conductor de la narración a una familia de la alta burguesía del momento. En esta lúcida e imaginativa historia veremos como se entrecruzan a lo largo de sus páginas los amoríos con los desengaños y los señores con los criados sacando a la luz las flaquezas y debilidades del ser humano.

Ficción y verdad se funden y confunden en esta trama histórica en la que veremos aflorar tanto los sentimientos más elevados, el amor, la lealtad y la generosidad, como los más miserables, la codicia, la traición y la maldad.

Toda esta cruda y desnuda realidad será observada por doña Isabel y por Elvira, su nieta, que nos acompañarán en este viaje decimonónico a través de tres escenarios fundamentales, el Madrid del romanticismo, el Santander del comercio colonial y el de un pueblo como La Cavada con un pujante comercio textil.

 

Los avatares en los que se verán inmersos los protagonistas y las circunstancias personales e históricas que se desencadenarán a lo largo de la novela, harán que surjan todos los rasgos y conflictos inherentes a la condición humana. Todas estas particularidades hacen de Querida princesa una lectura recomendable e inaplazable.


Presentación de Querida princesa en el Ateneo de Santander


Fotos de las presentaciones de Querida princesa en Madrid, Santander, Galicia. Torrelavega...


Prensa y crítica

 


RESEÑA DE CARLOS ALCORTA

JUAN FRANCISCO QUEVEDO

QUERIDA PRINCESA (BOHODÓN EDICIONES, 2016)

Al comienzo de la novela Los confines, de Andrés Trapiello, el protagonista se pregunta «qué buscan los lectores en crímenes, ruinas, catástrofes, negocios, idilios, coronaciones, éxodos, bodas, guerras y otros acontecimientos aparentemente ajenos a sus vidas. Pensemos en el lector común de novelas. ¿Qué relación tiene su vida con los entes de ficción?». La respuesta no se deja esperar: «la sospecha —dice— de que en ellos, por irreales que parezcan, se esconde una verdad que no podrían descubrir de otro modo». Todo esto es rigurosamente cierto, pero no todas las novelas poseen los ingredientes descritos, que parecen más propios de la novela negra, y, sin embargo, siguen concitando el beneplácito de los lectores. Pensemos, por ejemplo, en novelas en las que la acción es sólo un pretexto para indagar en la mente humana, en las que la escritura sirve para narrar los vaivenes del pensamiento, como La muerte de Virgilio o, por acercarnos más a nuestro ámbito literario, las últimas novelas de Javier Marías. Son las llamadas, en contraposición a las novelas de acción, novelas de ideas.

Quiero resaltar con este ejemplo que cada novela contiene en sus páginas un fragmento de mundo y, por minúsculo que sea, ese fragmento contiene el mundo entero. Cada existencia ajena conforma con sus aspiraciones, con sus temores, con sus logros o sus fracasos una identidad que no se distingue mucho de la nuestra. En resumen, lo que trato de decir es que en cada novela que leemos encontramos una pieza de ese rompecabezas con el que tratamos de componer nuestro autorretrato, encontramos incluso partes de nosotros mismos que desconocíamos poseer. Por eso nos atraen tanto las vidas ajenas.

Pero hay, además, otro tipo de novela que parece aglutinar todas las características antes enumeradas. Estoy hablando de la novela histórica. Si en la novela clásica se describen los hechos de forma más o menos lineal, prestando especial atención a los avatares de la existencia, en la novela histórica, partiendo de esas descripciones y con la fidelidad histórica como escenario, se reflexiona sobre los acontecimientos, se emiten juicios sobre los protagonistas con ciertas licencias que la distancia temporal y la documentación adecuada facilitan. Al principio, ese escenario del que he hablado era el decorado para ensalzar determinada figura política, militar o religiosa al albur de los acontecimientos ocurridos. Su propósito era fundamentalmente moralizante (no olvidemos las innumerables vidas de santos y de reyes), para adaptarse con el paso de los años a la demanda del más puro entretenimiento. Hoy en día, el lector de novela histórica exige además de fidelidad al pasado, un análisis de las circunstancias, en su más amplio sentido, que condujeron a determinado destino. La novela, escribe Pedro Salinas en «Lo que debemos a Don Quijote» y yo coincido con él, es «un género fatal y necesariamente social […] es la penetración y la revelación de ese infinito mundo de posibilidades de contacto que hay entre un ser humano, el protagonista, y lo que le rodea». En este contexto debemos insertar Querida princesa, la nueva obra de Juan Francisco Quevedo, autor que con su primera novela, Ana en el mes de julio (2014), consiguió el reconocimiento tanto de los lectores como de la crítica más exigente.

No estoy yo muy seguro de esa creencia popular que afirma que el poeta suele madurar con más antelación que el novelista, el crítico o el ensayistas. Es habitual escuchar que la poesía es un género de juventud y la novela, por el contrario, un género de madurez. Obviando estos prejuicios, en los que no creo, si parece recomendable admitir que la novela ( y el ensayo) necesita aunar la acumulación de experiencias vitales con la incorporación de conocimientos y, para ambos menesteres, el transcurso del tiempo resulta fundamental. Estas premisas son evidentes en Querida princesa, una novela en la que Juan Francisco Quevedo demuestra el profundo conocimiento de los hechos históricos que marcaron la realidad de la época que narra, pero también manifiesta una empatía digna de resaltar por el alma de los personajes, unos personajes a los que trata como a seres reales, especialmente los personajes femeninos, complejos y cabales en la trama que con tanta fluidez va atrapando al lector, desde la matriarca de la casa, doña Isabel, a la joven de la cual es mentora, pasando por el ama de cría. En cualquier caso, las figuras femeninas desempeñan un papel determinante en el desarrollo narrativo. No son meras comparsas, como acostumbra a suceder en demasiadas historias. Pero lo fundamental, para mí, recaiga en quien recaiga el protagonismo, es que la escritura nos plantee reflexiones profundas sobre el ser humano y su relación con los otros y con el entorno. Estamos hablando de una novela, por tanto, la combinación de datos históricos con escenas inventadas es perfectamente legítima. La fidelidad a esa recreación histórica es un aliciente más para dejarnos seducir por esta trama en la que el rigor histórico se decanta hacia el lado literario, lo cual lleva aparejado un riguroso trabajo sobre el lenguaje que supera la función informativo y representativa para adentrarse en la función expresiva y poética, y es en estas últimas funciones donde el novelista debe apurar todos sus recursos para exprimir todas las posibilidades narrativas. No cabe duda de que Juan Francisco Quevedo es consciente de este esfuerzo, porque la novela, está perfectamente estructurada en periodos temporales concretos, sabiamente alternados, con continuos regresos al pasado que intentan explicar el presente, los claroscuros de la existencia de los personajes y el modo en el que ese pasado, lleno de secretos familiares, ha influido en cada uno de ellos, aunque no por eso debemos pensar en que una especie de predestinación gobierna su destino. Existe, sobre todo en doña Isabel (no tanto en la adolescente Elvira, que se deja llevar por los acontecimientos dócilmente) una voluntad de resistencia frente al fatum, una insumisión ante la fatalidad. Al fin y al cabo, como asegura Terry Eagleton, «los personajes literarios, al menos en el caso de la ficción realista (como es nuestro caso), alcanzan su máxima expresión cuando se identifican con la máxima riqueza. Sin embargo —continúa diciendo— si no fueran también hasta cierto punto tipos que revelan atributos ya conocidos, resultarían ininteligibles».

Como los lectores han podido comprobar, en los párrafos precedentes no hemos desvelado nada sustancial de la trama de la novela sino de lo que esta novela es como novela, es decir, de la configuración de unos personajes que sólo adquieren textura en tanto el lenguaje los construye, y eso lo hace espléndidamente Juan Francisco Quevedo, porque en muchas ocasiones sacrifica el desarrollo de la acción para internarse en los laberintos de la mente, en las emociones y deseos, en las ambiciones y miserias de los personajes, que, en definitiva, son las características del ser humano, puestas de relieve en el teatro de la realidad. «El comienzo de una obra de ficción —escribe Julian Gracq, un novelista que reflexionó con profundidad en los procesos de la escritura— no tiene tal vez otro verdadero objetivo que crear lo irremediable, un punto de anclaje fijo, una idea resistente que el espíritu no pueda en adelante alterar». El final de dicha obra —pensamos nosotros— llega cuando el grado de cumplimiento de esas expectativas ha alcanzado un punto de no retorno y cualquier discrepancia resulta imposible. Al fin y al cabo, el escritor —y volvemos de nuevo a Gracq— es «alguien que cree sentir que algo, por momentos, pide adquirir por mediación suya, la clase de existencia que da el lenguaje».

Carlos Alcorta

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Reseña de Julio González Alonso

Juan Francisco Quevedo

Querida princesa (Bohodón Ediciones, 2016)

 

El coro hacía su entrada, arropado por el órgano, el fagot, trompas y cémbalo, en el Aleluya del concierto de Haendel cuando yo daba final a la lectura de la novela “Querida princesa” del escritor cántabro Juan Francisco Quevedo.

Como una premonición, la música cubría el día agrisado de marzo que iluminaba las últimas páginas de la novela. Y esa extraña sensación de vacío que te acompaña al cerrar el libro.

Y es que “Querdia princesa” es un extraordinario concierto, si no una sinfonía, en la escritura de J.F. Quevedo. Precisión del lenguaje y una exquisita pulcritud en un texto rico de connotaciones costumbristas que se recrea en el verde de la montaña y el mar de Cantabria. La novela está armada con un sólido argumento, complejo y rico de personajes muy bien definidos y reconocibles en su perfil psicológico, empapados de humanidad, que es decir pasiones y debilidades.

Me ha gustado todo. Y me ha gustado mucho. Y en muchos pasajes apenas he podido contener la emoción.

No es cuestión de desvelar el resultado de la trama, que es regalo para quienes se animen a su lectura a la que, por supuesto, estáis invitados; pero sí puedo decir que el texto se encuadra en una etapa de la historia particularmente interesante para España y también difícil. Aunque, ¡¿cuándo ha sido algo fácil en nuestro país?!

La época del Romanticismo y el periodo convulso del reinado de Amadeo I de Saboya con el advenimiento de la I República, será la otra gran protagonista de “Querida princesa”, con la aparición de un José Larra y su trágico final pesando en el ambiente y dotando de hondo sentido a la novela. Y a estos personajes se unirán otros no menos importantes aunque pasen por unas páginas o un capítulo, como el jovencísimo José Zorrilla, José María Pemán, Menéndez Pelayo, Emilia Pardo Bazán, Espronceda o Benito Pérez Galdós que, salpicados con oportunas citas cervantinas, completarán el interesante y bastante olvidado cuadro de la segunda mitad del siglo XIX español.

Me admira la gente que escribe. Y me admiran más aquellos que escriben bien. El trabajo de documentación del autor de “Querida princesa”, la minuciosidad de sus datos, el cuidado de los detalles, los recursos dramáticos y el depurado estilo narrativo son admirables y agradecidos por el lector que, en seguida, se encontrará transportado por las evocaciones de la lectura y secuestrado por la intriga y la curiosidad.

Pero dicho lo dicho, que nadie espere encontrar en la novela un sesudo texto histórico, prolijo y aburrido; porque, con todo, el centro y el alma de “Querida princesa” es el amor, un magnífico canto al amor y la vida liberada de prejuicios. Y ahí es donde el autor nos envuelve con las redes de las pasiones y a través de ellas nos deja mirar al fondo de la verdadera razón de existir.

Presumo de la amistad, virtual hasta el día de hoy, del escritor Juan Francisco Quevedo. Y agradezco, sólo por el hecho de haberla hecho posible, la existencia de la red internacional o internet por la cual se curzaron, con fortuna, nuestras inquietudes literarias. Creo que detrás de la obra no solamente hay un buen autor, sino también un buen hombre al que supongo una gran honestidad y un sentimiento acendrado de amor a su tierra natal y su país. Por todo ello y por cada página y línea de esta “Querida princesa” os recomiendo con fervor su lectura, que será una buena ocasión de disfrutar, descubrir y aprender de su contenido, gracias a la inspiración y el trabajo de un escritor de la talla de Juan Francisco Quevedo.

 

Julio González Alonso

 


Feria del Libro de Oviedo


CINCUENTA AÑOS DE LA PEÑA BOLÍSTICA RIOTUERTO

Historia novelada de los cincuenta años de existencia de la Peña Bolística Riotuerto con todas las implicaciones sociales, culturales y etnográficas que han acompañado su desarrollo. En la novela se refleja la importancia histórica de la Peña en la evolución de este deporte autóctono en la Comunidad Autonómica de Cantabria.

Se hace un recorrido sociocultural por las distintas boleras del Municipio, haciendo especial hincapié en lo que han significado como modelo de cohesión social inter generacional y como centro de reuniones y actividades tanto deportivas como culturales.

En la trama novelada se incide especialmente en determinadas consideraciones etnográficas muy arraigadas a Cantabria, describiéndose con profusión de detalles el desarrollo de las romerías populares y la intervención de los danzantes, acompañados por los piteros, así como de las vestimentas y utensilios utilizados para la danza.

Así mismo, se describe y analiza la aportación educativa y cultural de la Escuela de Bolos de La Cavada como centro de creación de futuros deportistas.

 

El relato novelado se complementa con fotos ilustrativas acordes con los acontecimientos que se describen a lo largo de sus páginas así como con unos profusos apéndices que, con rigor histórico, señalan la progresión de la Peña Bolística de Riotuerto a lo largo de estos cincuenta años que han transcurrido desde su creación. 


Presentación del libro Cincuenta años de la Peña Bolística Riotuerto en el Ateneo de Santander y en el Hotel Los Pasiegos de Hoznayo


Fotos de las presentaciones del libro Cincuenta años de la Peña Bolística Riotuerto


Prensa


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