Biografías


-Cara y cruz del conde de Villamediana                                   -Pedro Sobrado: Vida y obra                                                 -José Simón Cabarga                                                         -Las mil caras de Ana de Pombo                                           -Cincuenta años del Memorial Marcelino Botín


Cara y cruz del conde de Villamediana

CARA Y CRUZ DEL CONDE DE VILLAMEDIANA

 

Fue don Juan de Tassis y Peralta, segundo conde de Villamediana y Correo Mayor del Reino, una figura legendaria. Fue un hombre entregado a los placeres y a los juegos peligrosos pero, por encima de todo y ante todo, fue un poeta. Un poeta al que su fama mundana le precedió tanto que se prolongó durante siglos, consiguiendo ocultar su inmensa valía literaria tras un telón de pendencias, agravios y anécdotas.

Así da comienzo esta interesante y apasionante biografía sobre uno de los personajes más enigmáticos del siglo XVII.

 

Pertenece el conde de Villamediana a esa generación de los ochenta del siglo XVI, compartida con Quevedo y Tirso de Molina, que nace durante el reinado de Felipe II, en las postrimerías del Renacimiento, y que crecerá y morirá durante los reinados de Felipe III y Felipe IV, en los años en los que el Barroco se asienta, vinculado a una realidad social, como corriente literaria. El conde y su poesía serán deudores de ambas tendencias.

El deterioro del Imperio español irá acompañado de la degeneración familiar de los reyes españoles que, a su vez, se reflejará en ese cambio de época hacia el Barroco. Se dejará de lado la sensibilidad platónica del Renacimiento, con su mirada complacida del mundo para enfrentarse a una realidad bien distinta, a los problemas angustiosos en los que el hombre del siglo XVII se verá imbuido.

 

La tozuda realidad se insertará de tal manera en la conciencia nacional que cambiará por completo la concepción de la vida, reflejándose profusamente en nuestra literatura de la mano de los escritores que forman parte de la llamada Edad de Oro de las letras hispánicas, con Cervantes, Lope de Vega, Francisco de Quevedo, Góngora, Calderón y, cómo no, del conde de Villamediana. El Barroco, desde luego, es mucho más que un retorcimiento, que una simple distorsión de los patrones renacentistas ya que tras la exageración formal laten las motivaciones ligadas al desencanto de toda una época. Por tanto las formas barrocas son consecuencia de la complejidad vital que asumen los artistas, los poetas, frente al mundo que les rodea.

El conde de Villamediana fue todo un personaje en vida, era buen caballista, presuntuoso, excelente espadachín, mujeriego, desafiante y provocador. Estas características no le hacían pasar precisamente desapercibido, lo que pudo llevar a Tirso de Molina a fijarse en este coetáneo para que le sirviera de modelo a la hora de idear el personaje de don Juan Tenorio. A ello cabría añadir su misteriosa muerte, un enigma que en esta biografía se acaba desvelando apoyándose en hechos rigurosamente fidedignos.

La obra atribuida a Tirso, además, tiene un cúmulo de similitudes entre los personajes que la conforman y algunas personas que acompañaron al conde de Villamediana a lo largo de su vida. Es el caso de la reina Isabel de Borbón, del conde-duque de Olivares o del propio Felipe IV, personajes que pudieran asimilarse, como otros de los que aparecen, a aquellos que, en la ficción teatral, Tirso lleva sus páginas. Juan de Tassis se ejemplifica en el personaje de don Juan Tenorio.

Su misteriosa muerte llevó a escribir, probablemente a su amigo Góngora, aquellos famosos versos que comienzan así: Mentidero de Madrid/decidnos ¿quién mató al conde?

 


Silencio, en tu sepulcro deposito (Poema de Juan de Tassis, conde de Villamediana)


Fotos-Prensa

Las dos caras de Juan de Tassis y una sombra inquisitorial

POR HILARIO BARRERO

“Cara y cruz del conde de Villamediana”, de Juan Francisco Quevedo, es una trabajo exhaustivo sobre uno de los personajes más apasionantes de nuestra historia. Un trabajo que se lee como una novela y que está sustentado por una rigurosa y extensa bibliografía. Todos los grandes críticos y poetas que han tratado de la azarosa vida y la obra del conde son citados para esta minuciosa biografía: desde Góngora a Luis Rosales, pasando por el doctor Marañón, Dámaso Alonso, Gerardo Diego, Alonso Cortés o Hartzenbusch.
Cara y cruz de “una figura legendaria, un hombre entregado a los placeres y a los juegos peligrosos, pero, por encima de todo y ante todo, un poeta. Un poeta al que su fama mundana le precedió tanto que se prolongó durante siglos, consiguiendo ocultar una inmensa valía literaria tras un telón de pendencias, agravios y anécdotas”.
De su cara amable era gallardo, diestro con la pluma y con la palabra, el “primer dandy literario” de nuestra historia y de la amarga era pendenciero, hiriente, desdeñoso e irónico. Además de estas “caras” hay que destacar “una conducta homosexual solapada” en tiempos donde las hogueras de la Inquisición eran asunto del día.
Juan Francisco Quevedo nos presenta, en un estilo sencillo y ameno y en un apasionante ensayo “novelado” el aspecto humano y literario de un destacando e ingenioso poeta.
“Cara y cruz del conde de Villamediana” está editado por Libros del aire y hubiera podido ser el capítulo de una tesis doctoral, sin la carga de notas, que, en ocasiones son innecesarias y entorpecen la lectura. Un clásico al alcance de un lector del siglo XXI.
Uno, que considera a Juan de Tassis, uno de sus poetas favoritos, recuerda uno de sus más memorables sonetos dedicado a Toledo que Juan Francisco recoge en el apartado de poesía satírica.

DESCRIPCIÓN DE TOLEDO

Loca justicia, muchos alguaciles,
cirineos de putas y ladrones
seis caballeros y seiscientos dones
argentería de linajes viles;

doncellas despuntadas por sutiles,
dueñas para hacer dueñas intenciones,
necios a pares y discretos nones,
galanes con adornos mujeriles;

maridos a corneta ejercitados,
madres que acedan hijas con el vino,
bravos de mancomún y común miedo;

jurados contra el pueblo conjurados,
amigos como el tiempo de camino,
las calles muladar: esto es Toledo.



Pedro Sobrado: Vida y obra (2020)

Es muy fácil hablar de Pedro, de Pedro Sobrado, tanto del pintor como del ser humano. Hace más de cuarenta años, en 1977, dejó escrito lo siguiente: El que ejerce una profesión que ama, no sabe lo que tiene. Y él ha tenido esa inmensa suerte, amar la pintura por encima de cualquier consideración. Y además para ello le ha sobrado talento e imaginación. En esas mismas fechas escribió que “el que carece de imaginación ha nacido pobre”; él afortunadamente es rico en ella.

Cuando Carlos Alcorta, amigo entrañable y director de la editorial Septentrión, me propuso escribir la biografía de Pedro para este nuevo número de la colección, no lo dudé un instante y acepté encantado; no en vano ya admiraba su obra y en un par de ocasiones que había estado en su estudio siempre me había transmitido esa cercanía y bonhomía que desprende muy acorde con otras palabras suyas de aquel mismo año de 1977: “La moderación es como un sexto sentido”.

Me puse en contacto con él, le expliqué el proyecto y comenzamos una serie de conversaciones que se han visto plasmadas biográficamente en este libro; así que, sin lugar a dudas, estamos ante una biografía autorizada que, además, va acompañada de un estudio crítico. Yo creo que este libro es una magnífica oportunidad de conocer tanto al hombre como al artista.

Esto en cuanto a la parte que a mí concierne, luego el libro reúne, además de una importante serie de fotografías de su obra, donde se hace un recorrido por las diferentes etapas pictóricas, un extenso currículum donde queda reflejada una amplia y variada actividad expositiva. Además diversos autores realizan un estudio crítico sobre la obra de Sobrado, dejando constancia de la importancia de un artista que ha sabido siempre adaptarse a los tiempos en los que ha vivido, sabiendo acompasar su paso a ellos para que no le ocurra, como a tantos, que éstos les han desbordado y sobrepasado.

No en vano uno de sus lemas, que siempre lleva como estandarte personal, es “Vivir el momento”. Una traslación a la actualidad del “carpe diem” horaciano, una inteligente forma de afrontar y caminar por la vida.

Pedro Sobrado siempre ha sabido adaptarse al tiempo y al momento que le tocó vivir, siendo esta condición uno de sus mayores aciertos a la hora de navegar y plasmar en las telas los diferentes estilos que ha ejercido a lo largo de su carrera, siempre captando en todos ellos el sentir y la sensibilidad de su tiempo, de cada lapso de tiempo por el que ha transitado. Esto ha hecho de él un pintor que ha sabido renovarse día a día, un artista que, de hecho, continúa renovándose en cada nueva pincelada.

Pedro Sobrado, como viene siendo habitual en su obra, realiza una inmersión activa en el devenir cotidiano de la sociedad actual, escrutando con su mirada benévola y sabia el período temporal en el que se desenvuelven aquéllos que son objeto de su curiosidad. El pintor cántabro, nacido en Tanos, también refleja en sus cuadros como nadie el alma de la mujer occidental de hoy en día; se esfuerza en hacernos llegar el palpitar de la modernidad a través de ella, a través de la sugerente mirada que el pintor cierne sobre ella. Y lo hace desde la más pura y absoluta cotidianeidad, captándola en su día a día con los instrumentos y las sensaciones que le son familiares.

Estamos ante un maestro de la complejidad a través de la línea pura. No es fácil llegar a este estilo; sólo se consigue tras ejercer una labor depurativa en el tiempo, un trabajo en el que se va eliminando todo lo superfluo para quedarnos tan sólo con lo más definitorio.

Pedro Sobrado lo ha logrado tras haber pasado por diferentes etapas creativas, que van desde el expresionismo a la abstracción, pasando por el impresionismo de sus primeras creaciones. Con el bagaje y las influencias de todas sus experiencias pictóricas ha conseguido plasmar un estilo propio y absolutamente personal y lo ha hecho a través de la depuración de la línea y de la supresión de lo accesorio, incluido el rostro de sus modelos. Nada tan complejo como esa búsqueda de la sencillez, nada tan complejo como saber captar en unos trazos la complejidad de lo que nos rodea. En eso, Pedro Sobrado es un auténtico maestro.

Para los que entendemos el arte desde la emoción, Pedro Sobrado nunca defrauda; sus obras destilan verdad y provocan sensaciones que mueven al espectador hacia la serenidad, hacia ese espacio de sosiego al que sus pinceladas nos llevan.

Con un trazo firme, sobrio y elegante, al que se llega con el talento del genio creativo, Pedro Sobrado logra transmitir al visitante más despistado y casual vitalidad y alegría por la vida. Su obra nos llena de felicidad y optimismo.

Detrás de la aparente sobriedad del trazo, de la composición de los planos, donde encuentra esa perspectiva tan personal, está la mano firme y la inspiración de un artista extraordinario, de un pintor consagrado que nos mira desde sus lienzos con la benevolencia de los sabios y con la humildad de los genios.

Pocos artistas merecen cierta unanimidad a la hora de enfrentarnos a su obra; sin embargo Pedro Sobrado la suscita y, lo que me parece importante, la suscita tanto por su trabajo como por su personalidad, lo que hace que esté viviendo una etapa en la que está recogiendo el fruto de su genio artístico y de su sensibilidad privilegiada. En su obra, el artista se desnuda y podemos ver reflejada en ella al hombre, a un hombre que desprende sabiduría y bondad y también a ese hombre que muestra y comparte un conocimiento profundo y exhaustivo del tiempo en que vive.

Pedro Sobrado y sus lienzos, el hombre y su obra. Ambos nos dan la medida exacta de la trayectoria de uno de los grandes pintores de nuestra tierra y de nuestro tiempo: Pedro Sobrado



Fotos-Prensa


José Simón Cabarga (2018)

 

                     JOSÉ SIMÓN CABARGA

 

 

A punto estuvo José Simón Cabarga de nacer con el siglo, con el veinte, pero se retrasó dos años para ver la luz en los albores de una época sumamente difícil para España. Le acompañaron, y compartieron con él año de nacimiento, dos de los más ilustres y significados poetas de la generación del veintisiete, Luis Cernuda y Rafael Alberti, dos vates que, andando el tiempo, escoltarán a uno de sus grandes amigos, al poeta José del Río Sáinz, en la segunda edición de la archiconocida antología de Poesía española de Gerardo Diego.

Este santanderino de pura cepa vio la luz del sol el día de Navidad de 1.902 en una ciudad a la que supo honrar, dando a conocer todos los acontecimientos que en ella tuvieron lugar y profundizando en lo más escondido de su historia. Ella, a su vez, supo corresponder concediéndole en 1.966 el título de Cronista Honorario de la Ciudad de Santander.

 

Por todo ello, acompañaremos su esbozo biográfico con retazos y rasgos de la ciudad que tanto amó, de la que tanto dio a conocer y en la que le tocó vivir. No será este el único honor que se le dispensaría ya que, así mismo, fue nombrado hijo adoptivo de la ciudad; distinción que ha de unirse, entre otras muchas que iremos viendo, a la Medalla de Oro de Segunda Clase del Mérito Naval y Comendador de la Orden del Mérito Civil en 1.975.


LAS MIL CARAS DE ANA DE POMBO

LAS MIL CARAS DE ANA DE POMBO

 

La inmensa mayoría de las vidas transcurren de una manera anodina, inmersas en sus rutinas. No será precisamente esto lo que le ocurra a Ana Caller de Donesteve de la Vega y de la Pedraja, que hará de su vida una fuente inagotable de sorpresas y sobresaltos. Nacida en los inicios del último lustro del siglo XIX se convertirá en una mujer adelantada a su tiempo, destacando con su personalidad y destreza en el ámbito cultural, artístico y laboral. En todos ellos marcaría una época dejando un sello imborrable. Para conseguirlo, hubo de salvar multitud de obstáculos, máxime en un mundo que estaba vetado al desarrollo personal de la mujer.

Nació en La Cavada a finales del siglo XIX, a orillas del río Miera y en la zona más pintoresca del pueblo, la desembocadura del río Revilla, cuya cascada, tras pasar el Tarancón, ha servido de inspiración a tantos artistas para plasmar su belleza en óleos y acuarelas, cuando no en multitud de fotografías.

Sus padres fueron Francisco Caller de la Vega y Elvira de Donesteve de la Pedraja. Ana pasó una gran parte de su infancia y primera juventud en la casa que la familia Caller tenía, y que aún persiste, frente a los pocos restos que aún quedaban de las antiguas fábricas de cañones. Y, por medio, el río Miera, siempre el río, al que recuerda en sus memorias en el ruido inmenso del Miera y del que confesaba que siempre le sirvió de inspiración:

Cantaba al río, que era mi cuna, a las piedras de aquel río Miera que corría como salido de fuente de plata. Era mi casa y mi morada. Allí encontré la libertad.

 


Cincuenta años del Memorial Marcelino Botín (2021)

MARCELINO BOTÍN SANZ DE SATUOLA Y LÓPEZ

UNA MIRADA HISTÓRICA Y NOSTÁLGICA

 

Si hay algo que marca la trayectoria humana y vital de un hombre es el amor hacia su tierra, a la que nos une un hilo invisible que se va tejiendo en silencio desde que nace. Con el tiempo, llega a hacerse tan fuerte y duradero que jamás se quiebra, por más que el destino nos aleje de ella.

En este caso no estoy hablando de nada que se pueda divisar en un mapa, ni de la grandilocuencia de la patria, ni de ningún efecto que se pueda palpar con los dedos o percibir con los sentidos. No, de nada parecido, estoy hablando del sentimiento irracional que nos provoca ese pequeño lugar del mundo que llevamos adherido a la piel como algo nuestro, me estoy refiriendo a la conmoción interna que nos induce ese pequeño lugar del mundo en el que cada cual nos sentimos parte de él como si fuéramos uno.

Es una sensación tan indeleble como inexplicable, que se nos incrusta tan dentro y tan profundamente que la llevamos siempre con nosotros allá donde vayamos. Sin duda, es el vuelco emocional que nos produce el sabor de la tierruca.

 

 


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